Por el rabillo del ojo veo que Peeta me ofrece la mano y lo miro, vacilante.
--¿Una última vez? ¿Para la audiencia? --me dice, no en tono enfadado, sino hueco, lo que es mucho peor.
El chico del pan empieza a alejarse de mí.
Lo agarro de la mano con fuerza, preparándome para las cámaras y temiendo el momento en que no me quede más remedio que dejarlo