28 de julio de 2017

Estamos sentados alrededor de la mesa.
Vos programando una aplicación con la misma emoción con la que un nene juega con su chiche favorito.
Te veo.
Te pregunto algo.
Y ya está.
Como si hubiese prendido fuego a una mecha, ahí estas vos, explicándome y contándome con lujo de detalles y eufemismos, la historia de como se creo tal cosa, o porque se le dice así a tal otra.
Y te escucho.
Me encanta escucharte. Podría pasarme horas hablando con vos y dejandote que me expliques la vida.
Hubiera dado todo por crecer con vos a mi lado.
Por haber vivido las locuras que viviste a tu lado, o por simplemente tener anécdotas con vos.
Me hubiera encantado que fueras mi hermano de verdad.