26 de octubre de 2013

La casita

Después de todo lo sucedido, más el exceso de la rutina y las malas relaciones, llego lo inevitable: el divorcio. A lo contrario de lo que todo el mundo podría pensar, esta época es una que recuerdo con mucho cariño. Fue en la que tuve mi primera mudanza, en la que me fui a vivir a ‘la casita’. No nos fuimos muy lejos ya que nos queríamos quedar por el barrio, así que mama alquilo una casa a dos cuadras de donde solíamos vivir y nos fuimos. 

Podría describir esa casa como a la palma de mi mano. Amarillo pastel por fuera, con un largo camino que comunicaba el portón con la entrada. Al llegar, había un chalet de madera y una platita de moras al lado de la puerta. Un living color verde claro te esperaba al entrar, con dos sillones y una repisa en un rincón. Nuestra pieza era bastante grande, con dos camas separadas por una mesa de luz. Contra la pared estaba la cómoda con un espejo y todos los perfumes y cosas de mama arriba. La cocina era chica pero, separado por una placa de madera, estaba el comedor. Una puerta ventana daba al pequeño patio con un árbol en el medio, donde tenia colgada una hamaca. Por ultimo, pero no por eso menos importante, estaba la ‘habitación de juegos’, que en realidad no era mas que la habitación que, se suponía, era mía, aunque termino siendo un depósito de las cosas que no tenían un lugar designado en la casa.