29 de diciembre de 2016

Manejando con el atardecer a nuestra derecha. El viento en nuestra cara. Las manos bailando al ritmo del aire que entra por la ventanilla. Mamá cantando a la par de la música, y yo mirando al campo. Soñando despierta. Dándome cuenta lo feliz que soy así.
Fueron los tres minutos, o cuatro, que duró "canción para mi muerte", una canción que no suele estar dentro de nuestro repertorio viajero, pero que por esos minutos nos transportó a otra época,  otro universo. Ese momento efímero me hizo sentir en una de esas películas donde los personajes huyen hacia el atardecer sin importar nada.
Y ahora todo lo que ocurre, todo lo que importa, somos nosotros tres y nuestro pequeño universo. Una burbuja que nos aisló de todo por unos minutos